El Estado Islámico y el ébola, son dos manifestaciones, ciertamente no menores, del mundo actual. Uno intenta echarle optimismo pero, visto lo visto, parece que la realidad se va imponiendo sin dejar ni un resquicio a la esperanza. La coyuntura actual casi me recuerda aquel himno anarquista de la guerra civil española: “Negras tormentas agitan los aires, nubes oscuras nos impiden ver…” ¡Qué tiempos!

No es una enfermedad nueva, el ébola ya tiene años, lo que sí resulta novedoso es la capacidad de la enfermedad para entrar por la puerta de nuestra casa sin anuncio de visita ni nada. La capacidad viajera de la humanidad constituye el único y exclusivo motivo por el cual empezamos a preocuparnos. No seamos hipócritas, desde la descolonización África nos ha importado un guano, y todo lo que en ella suceda nos la trae al pairo. Hambrunas, guerras raciales, cólera, éxodos, sida… todo, todo nos daba igual hasta este momento en el que empezamos a apretar el culo porque tenemos miedo. Demasiado trasiego de personas, un mundo muy bien comunicado, y la certeza de no tener cura, hacen del ébola un coco feo al cual empezamos a temer muy seriamente. Ya ves tú, al final, quieras que no, deberemos mirar hacia ese continente.

No entraré en la polémica de si a los misioneros españoles había o no que repatriarlos, me guardo la opinión; pero de lo que sí estoy seguro es que las cosas se han hecho fatal, pésimamente mal. Escucho por la radio, casi a diario, milongas sobre la Marca España, será, digo yo, una reacción ante el peligro catalán… La verdad sin maquillaje es que la Marca España es la que ha tirado una colilla encendida en un pajar sin tener a mano mangueras ni extintores. La verdad desnuda es que no tenemos ni puta idea de cómo gestionar esta amenaza de pandemia, la verdad real es que de los pocos casos detectados se nos han muerto casi todos, la verdad auténtica es que la sanidad repartida en autonomías me da más miedo que una vara verde. Si esto es Marca España, que lo es, habrá que replantear muchas cosas porque, seamos sinceros, lo único que veo es chapuza e improvisación por doquier, y eso, secularmente, sí ha sido, y muy a mi pesar, Marca España. Una pena.

Sobre el radicalismo islámico ya es que me parto, y no precisamente de risa, me parto de acojone porque, si el ébola asusta ¡esto no veas!

Aquí, en nuestro suelo patrio andamos desde hace décadas practicándonos un harakiri histórico e identitario con la negación y abandono de la religión católica. Aquí, desde el post Concilio (Vaticano II) hemos tergiversado todo para que no quedara ni rastro de catolicismo. Teníamos algunas razones entre las que destacaba, entre todas, la coyunta excesivamente libidinosa entre la Iglesia y el Estado.

En 1975 murió Franco dando un aldabonazo a ese periodo de connivencia. No nos engañemos, ya antes de su muerte había señales preocupantes de desafección religiosa cuando, desde las sacristías, se promocionaban y protegían a partidos que renegaban, ya entonces, de la Iglesia. Oye, y nosotros como si nada, jugando a la gallinita ciega y dando cobijo a los mismos partidos que hoy piden a grito pelado la extinción de presencia cristiana en nuestra sociedad. Fuimos tontos del haba, imbéciles pata negra. Vale que el franquismo nos empujara a cobijar al perseguido, pero leche, que ya sabíamos a esas alturas, que el comunismo que se reunía en nuestros salones parroquiales llevaba a las espaldas más muertos que el propio Adolf Hitler. Al final, saltando de la sartén caímos en las brasas. ¡Ay Dios!

En el colmo de la sinrazón tenemos una sociedad en la que resulta bien recibida cualquier manifestación religiosa, cualquiera sí, excepto la Católica. Tengo fresca en la memoria una foto reciente de monjes tibetanos en la catedral de Santiago de Compostela; me pregunto si yo y un grupillo de colegas pelín cachondos, podríamos hacer algún rito católico en un templo tibetano… no sé, igual sí, pero me da que no. Tampoco es que me haga ilusión, pero oye, que el viaje sí que podría ser chulo. Ala, allá que nos vamos al Nepal a cantar los Kiries de la Misa de Angelis ante el Buda regordete de turno, a ver qué harían los de la cabeza rapada ante tan cristiana manifestación.

Oye, que aquí damos cursillos zen en conventos y templos católicos, que aquí a gilipollas no hay quien nos gane. No, esto ya no sé si es Marca España, quiero pensar que más bien hablamos de marca “Sa Roqueta” o sea que Spain is different… ¡y Mallorca no veas! Venga, no seamos malos que fuera de Mallorca también tienen lo suyo, pobrecitos. Por cierto, sor Forcadas, la del velo con vaqueros… ¿no ha dicho nada sobre el ébola? ¿Tampoco sobre el radicalismo Islámico? Ay pobre, igual no se ha enterado, porque oye, con la gripe del pollo bien que cacareó. Nada, será que anda ocupada en otras cosillas más domésticas “Tornaràs ser rica i plena…” ¡Jesús!

Sobre el ébola, tal vez sea hora de reconocer que con el fenómeno de la globalización se nos ha acabado el rollito imbécil de mirar hacia otro lado cuando el vecino pobre nos pide pan. Las vallas de Melilla ya nos las podemos ir poniendo por montera porque no se puede poner puertas a la pobreza. Mientras Hutus y Tutsis se han matado a machetazos aquí nos mirábamos el ombligo y silbábamos los tonillos de Operación Triunfo. Ahora resulta que el puto virus no se detiene ante rejillas ni se le puede dar el alto… ay, lo hemos hecho muy mal. Hace muchas décadas que los medios de comunicación alertaban de la miseria del Tercer Mundo; poco a poco, lentamente esos mismos medios enmudecieron, a nadie le importaba una mierda el crío de las moscas, nosotros a lo nuestro, a pedir hipotecas y a generar políticos hediondos, a la tele de plasma y al ladrillo ¡Tenemos un cuajo!

Y ya ves tú, aquí la basca sin tener ni repajolera idea de donde está Sierra Leona, Liberia, Nigeria o Guinea. Sin saber situar en el mapa africano absolutamente nada que no sea Ceuta o Melilla y aún con esfuerzo. Bueno, ahora ya sí, ahora vamos mirando con ojos aterrados el avance de esa pandemia y la seguimos país por país. ¡Ay la vida! Como si nos pillara muy lejos… en fin, que aquí lo de allí no nos importaba.

No siempre fue así, quiero recordar que España, hasta el año 1968, el año de mi primera comunión, aún conservaba, como propia, la isla de Fernando Poo, actual Malabo. No tenía tratamiento de colonia, sino de Provincia Española en África, era la Guinea Española. Con el abandono de esa tierra en manos dictatoriales nos lavamos las nuestras y ya jamás miramos hacia esa parte del mundo.

Siendo honestos, vemos, observamos, que esto del autismo hacia África ha ido en aumento, en progresión directamente proporcional al aumento de la diferencia entre continente rico y continente pobre. A mayor diferencia económica mayor ignorancia. Ponemos voz pija y decimos: Si huele a pobre no me interesa oyesss, ¡Vergüenza debería darnos!

Y lo del radicalismo islámico es ya para mear y no echar gota. Oye, que no es broma, que lo del ébola pasará aunque sea llevándose por delante a un montón de víctimas y algún que otro Excalibur. Cuando el flagelo pandémico se haya extinguido, este otro monstruo continuará con las fauces bien abiertas.

Me informo, escucho por los medios que España mandará trescientos militares para contribuir a la formación de no sé qué cosa, pero que no suframos, que nuestros hombres no van allí a luchar. Ay, siento una fatiga tremenda cada vez que escucho esto. No es que hayamos desmantelado el ejército, sino que además, los gobernantes de turno, nos advierten que nuestros soldados llevan también la Marca España, y que por tanto su único cometido consiste en: organizar misiones de paz, repartir auxilio internacional entre los necesitados, ayuda humanitaria, organización de territorios en crisis… o sea, que en este mundo sin Dios que nos hemos elegido, nuestros soldados funcionan exactamente igual que los antiguos misioneros, tal parece que su máxima ambición sea parecerse a Santa Teresa de Calcuta aunque sin Evangelio.

Advertidos estamos que ellos, bajo ningún concepto, están para repartir estopa… Pues que quieres que te diga querido, yo ante un degollador del Estado Islámico prefiero a un soldado de los de verdad, de los bragados en la batalla y muy pocas manías. Me da que lo que podemos ofrecer en defensa de nuestra civilización es el hazmerreír del resto de naciones. No, si hablamos ya propiamente del degollador, resulta que ha comprado un pin con la banderita española para que su Fátima se lo ponga en el burka ¡Ya te vale!

Llenos de complejos por una parte y de falta de ética por la otra resulta que ni en uno ni en otro conflicto sabemos estar a la altura. Al final, si no nos degüellan los unos nos contagiaran los otros, y entretanto, aquí no dimite nadie porque, a ver, de lo que se trata es de esperar a que escampe. Ésta ha sido la máxima de nuestros gobernantes desde hace un montonazo. En fin, concluyo. Ante tanta inutilidad recurriré al último recurso que la tecnología me permite, y con la convicción de no poder hacer nada más, me descargaré el rezo del rosario en Mp3… ¿te parece poco? Pues hijo, no te ofendas que esto, o algo parecido, es lo único que están haciendo los que nos mandan. “…Ruega por nosotros pecadores, ahora y en la hora de nuestra muerte. Amén.” ¡Vamos dados, queridos porque además, los que nos mandan, no creen en Dios!