Ale, ya está, ya me ha advertido mi amiga Cristina, emuladora inigualable del sin par Pepito Grillo, que esto que escribo está en mi línea de “ganarme amigos”. Tiene razón, lo sé, pero no me considero un Peter Pan ni siquiera en forma de síndrome, una de las cosas que más apetezco en esta vida es la de continuar haciéndome mayor y abrazar la ancianidad. Voy a escribir por tanto lo que me place a mí, no tanto ciertamente lo que gustaría a muchos, amigos incluidos, entre otras razones porque no busco consensos y escribo por diversión. Vaya la advertencia por delante para que nadie se enfade, escandalice ni ofenda. ¡Calla Pepita Grilla!
Hace muy poco ha resonado en los templos de Mallorca, un año más -otro año más- el canto de la Sibila. Nada que objetar si exceptuamos la animadversión que de natural siento hacia esa melodía aburrida y sosa, medieval a medias, grisácea en su conjunto, injertada de todo un poco, con abundantes variaciones y una letra, creo que inspirada en el profeta Joel o en algún otro, sobre el fin del mundo, que se me antoja una chiquillada en su exposición y que no es ya capaz de levantar ni el más mínimo suspiro de miedo, asombro, ni expectación. Encima con lo de la crisis económica se me antoja innecesario que los peces den grandes gritos, porque para gritos los que da cada trabajador que se queda en el paro…
Para mí lo mejor de la Sibila lo constituye el hecho de tener que soportarla estoicamente, en mi caso sobre el presbiterio, solo una vez al año, ni siquiera en peligro de muerte o si se ha de comulgar. Otra atracción indiscutible la conforma la posibilidad esperanzadora, siempre real y muy frecuente de que esté mal cantada, lo cual a mí personalmente me encanta porque supone diversión a la par que cachondeo del fino, del de reír por lo bajo sin que lo note el vecino. Allá que sale el crío con el espadón y con lo de los gritos de los peces se desgañita él, y yo que pienso: Los peces no se si gritarán pero…¡¡anda que tú majete!! Afortunadamente desconocedor de mis pensamientos y deseos de un nuevo gallo amenizador, el cantor continúa con lo de: el cielo se oscurecerá y la luna perderá claridad… ¡Por Dios! y que no acaba nunca. Oye, y que la desafinación es en ocasiones tan mayúscula que cualquier parecido con un canto es pura coincidencia. Que si canto no fuera mejor se antojara estertor agónico de una muerte con mucho combate.
Seguramente así de triste y aburrido hubiera continuado este folklorismo o tribalismo mallorquín, este endemismo singular si no fuera por el hecho que la Unesco ha tenido a bien declarar este refrito musical, secular y carnavalesco de ridículo gorrillo y espada desenvainada, en Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. ¡Ya te vale!. Como resulta que a mis cincuenta ya solo me creo lo que me da la gana procedo a exponer mi creencia firme y convencida en lo que sigue:
Primero: la Sibila es una pieza mediocre tirando a mala o muy mala digan lo que digan nuestros folkloristas que de pronto aparecen muy entendidos y versados en el tema; musicalmente no vale un pimiento y la letra, inspirada en la Biblia, es claramente mejorable.
Segundo: lo de Patrimonio Inmaterial me parece una soberbia sandez especialmente aplicado a este soporífero canto de mezcolanza con letra escrita para asustar a los niños que aún creen en el coco.
Tercero: no me creo que nos haya salido gratis, o sea que este inútil y tontísimo reconocimiento nos ha costado una pasta de la buena y miente quien lo niegue.
Cuarto: Afirma una parte de la liturgia navideña como un arcaísmo anacrónicamente vigente. Simile modo parece que lo anacrónico pueda extenderse a toda la celebración navideña, más aún, parece decirse tácitamente que los cristianos en general formamos ese anacronismo.
Quinto: La declaración patrimonial parece querer preservar a la Sibila de algún peligro que la haga desaparecer. Ante eso afirmar que la Iglesia Mallorquina la ha preservado (a mi pesar) durante siglos sin cobrar nada a cambio. ¿Acaso ahora un señor de la Unesco será el encargado de enseñarla a nuestros nuevos cantantes? Y si es así ¿lo hará de forma gratuita?
- A ver niño querido, repite conmigo: El jorn del judici…
-
¿Lo hago bien señor de la Unesco?
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Claro hijo, además cuanto más desafines más creíble resultará…
Sexto: Me joroba que la dichosa declaración patrimonial contribuya a que los culturetas gilipollas y ateos empedernidos, entren a la iglesia a escuchar el canto y se larguen después a su casa como si aquello fuera algo suelto de la celebración de la Navidad que ellos han devuelto a su origen solsticial.
Septimo: me pregunto muy en serio si esta declaración tiene -aparte del económico- algún valor real. Yo sinceramente no veo en qué pueda esto ayudar en nada, ni siquiera la necesidad de hacerlo, oye, de verdad ¿hacía falta?
Octavo: siento muchísimo que la iglesia mallorquina se haya implicado imbécilmente en la petición de firmas para preservar La Sibila. Si los culturetas gilipollas del solsticio la quieren al margen de la fe en la que el canto está inserido que pidan las firmas ellos, pero de ningún modo los curas ni el obispo, y mucho menos en el interior de los templos. Por supuesto que paguen también ellos el patrocinio. ¿O es que ahora la Unesco nos enviará a devotos oyentes subvencionados para garantizar la audición?
Última: no tengo ni idea de si el canto gregoriano en su conjunto es o no patrimonio de la humanidad, ni tampoco si está así catalogada la pasión según san Mateo de Bach o el Requiem de Mozart o Webber, ni las Cantigas de Alfonso X El Sabio por poner algunos ejemplos. En cualquier caso si no lo están es que simplemente nos vamos de la olla, estamos tontos de remate y perdemos el Oremus de forma preocupante.
En fin, leo con un punto de cachondeo mental que la comida mexicana y la dieta mediterránea han sido catalogadas y declaradas también Patrimonio Inmaterial de la Humanidad. Muy bien, a partir de ahora ya lo sé, si quiero culturizarme con los criterios de la Unesco puedo por igual masticar un chile mientras me zampo unas quesaditas, comerme un gazpacho, o escuchar la sibila. ¡Menuda Sandez! Ah, sí, por cierto, también los castellers se han apuntado a este despropósito. Joer con la Unesco, si las cobra todas se forra.
Yo que sé, igual se puede pedir descuento:
- Oiga… y los pimientos de Padrón?
-
Buff, bueno pongamos que otros quinientos mil…
- Ya pero me añade también la paella valenciana vale?
- Mire se lo completo con el canto de las cigarras en verano, total un millón y no se hable más… ¿hace?
Agradezco a Cristina Sanchez sus llamadas a la prudencia. Por lo demás ni caso claro. ¡Un abrazo amiga!… cri, cri cri.