Bueno, reconozcamos que en latín suena mejor que en castellano, la traducción del título vendría a ser más o menos “casta y puta” y por extraño que parezca a quienes no estén familiarizados con esta expresión hace referencia a la Iglesia y está hecha desde la Iglesia, supone por tanto un ejercicio de autocrítica muy saludable.

Escribo estas líneas pocos días después de leer en la prensa seria la suspensión cautelar de un sacerdote mallorquín por presuntos abusos a menores. Parece que el Sr. Obispo de la diócesis Jesús Murgui, parco en acciones rápidas, no ha dudado esta vez en su adopción. Seguro que tiene buenos motivos. Seamos serios en esto y del mismo modo que pedimos se respete la presunción de inocencia hacia el sacerdote, respetemos también nosotros la asunción de prudencia por parte de nuestro prelado.

El tema de la pederastia, en la Iglesia y fuera de ella, es un tema preocupante y feo, oculto durante muchos años y ahora venteado en busca de dos cosas: La primera la justicia que jamás debió negarse a las víctimas; la segunda el castigo para los malparidos que la ejercieron o la ejercen. Por cierto, ya para ir aclarando la cosa, lo de meretrix responde precisamente a esa capacidad humana de enfangar en el pecado incluso aquello que debería ser considerado sagrado.

Sagrada es la Iglesia, pero sagrada es también toda manifestación de Dios, la manifestación por antonomasia es la humanidad, así pues el ser humano es para los creyentes la manifestación divina más clara. Esa manifestación resulta aún más explícita en los débiles o en los pequeños, predilectos de Dios.

Por eso cuando se abusa de un menor se comete el peor pecado. Pero por favor entiéndase también como menor: al pobre, al marginado, olvidado, perseguido, ignorante, acallado y un largo etcétera de menores abusados desde el poder, desde la parte “meretrix” de la institución, grande y poderosa.

Hablemos pues de la Iglesia como casta y puta, o, si ofende la expresión, como santa y pecadora, hagámoslo sin complejos. Santa porque es divina, pecadora porque la formamos nosotros con nuestra carga de miseria. Hasta ahí todo bien, se entiende ¿no?

Expongo todo ello para dejar clara la idea que la Iglesia tiene de sí misma, una Iglesia a la que pertenezco y de la que formo parte, muchas veces con sufrimiento, casi siempre con esperanza. Quiero también comentar, y es el motivo de este escrito, que me incomoda la reacción de alguna gente ante el pecado eclesial. Se me contestará que todo el mundo tiene derecho a cabrearse por lo que quiera, lo sé, pero me da un poco en el higadillo un tipo de pensamiento actual aparentemente situado por encima del bien y del mal. Un tipo de pensamiento que parece crecerse ante cada maldad de la Iglesia y que con un cierto retintín mal disimulado nos restriega a todos los cristianos el pecado de unos pocos, canallas y sinvergüenzas pero pocos.

El papa Benedicto XVI no ha escatimado peticiones de perdón una y otra vez. En sus visitas no deja de reconocer incansablemente el pecado eclesial, de aproximarse a las víctimas, de entregar a la justicia a los culpables depurando así la institución que representa. El papado de Benedicto XVI puede ya pasar a la historia por haberse empeñado en devolver a la Iglesia su santidad depurando su parte pecadora, intentando que sea más casta y menos meretrix. Trabajando en definitiva hacia una mayor vivencia del Evangelio y un alejamiento del pecado que nos ha contaminado brutalmente.

Pero volvamos a lo del juicio que se nos hace desde la parte no creyente de la sociedad porque el tema promete.

Si se me permite, y para mejor argumentar, comento otra noticia de la prensa seria: Zapatero anuncia que no será candidato a las próximas elecciones… después de anunciar Zapatero su abandono un grupo de pensamiento extremo lo ha abucheado y lanzado huevos… ¡que mal! El colmo lo supone el hecho de que ese grupo dice actuar democráticamente, vaya vaya… O sea que aquí hasta para actuar mal se hace en nombre de la democracia. Incluso cuando vemos que esta está fallando por un gobierno de incompetentes y una oposición circense, todos seguimos creyendo en ella a pies juntillas, incluso esos extremistas maleducados se autodenominan demócratas ¡ya te vale!

En Alemania se aupó a Hitler al poder ganando elecciones democráticamente y después de pasarse por la piedra a media Europa seguimos manteniendo que la democracia es el menos malo de los sistemas. Estoy harto de leer que Silvio Berlusconi protagoniza escándalo tras escándalo y sigue siendo votado, y de los dictadores actuales elegidos democráticamente: Chávez, Hosni Mubarak, Mahmud Ahmadineyad y una lista brutal ya ni te cuento… curioso el tema, todo eso es democracia ¡y no renunciamos ni abjuramos de ella!

La moraleja es simple, no ha bastado un genocidio nazi (compáralo si quieres a la Inquisición), no basta un pésimo gobierno y una oposición ridícula, no bastan una pléyade de saltimbanquis chupópteros y asesinos para que abominemos de nuestras convicciones democráticas, entonces… ¿Por qué abdicamos de la Iglesia? ¿Que nos impulsa a practicarnos ese harakiri histórico, cultural y cultual ante el pecado eclesial? Por esa regla de tres y visto lo visto deberíamos apuntar ya a otras formas de gobierno que nos provocaran menos disgustos que la democracia.

Sigamos comentando retazos de la prensa: Estos días asistimos a la profanación de capillas por parte de gente tan “demócrata” que no soportan que la mayoría de sus conciudadanos crean en Dios y algunos incluso celebren su fe en la Eucaristía. Tan henchidos de razón creen estar quienes profanan templos, que se desnudan en su interior para bailar al son de su particular versión de la libertad. Cuanta razón tienen los que sostienen que los extremos se tocan; ni me gustan los abucheos a Zapatero ni me inspira ningún consuelo que un puñado de “defensores de la libertad” entren en las capillas para aplauso de unos pocos gilipollas y sonrojo de la mayoría. ¡Cuánto se parecen los unos y los otros!

Existe hoy, lo sé, un pensamiento laicista beligerante en creciente expansión, ese pensamiento ha sido alimentado como una bicha por gente tremendamente irresponsable. Como quien alimenta un áspid sabiendo que una vez crecido escapará a su control y causará mal, hará daño. Ese tipo de pensamiento beligerantemente activo y laicista es el que se crece sacando pecho a cada eclesial pecado ¡que miedo!

Ignoran seguro que el hecho religioso es un constitutivo antropológico solo eliminable con la destrucción del hombre, pero oye… ¿para que vamos a explicar nada si ellos ya nos han juzgado y condenado? ¿Para que hablar si ellos creen tener toda la razón y a nosotros no nos conceden ninguna? ¿He de poner yo los argumentos y los estudios para que ellos paseen su desnudez en el templo y ante el sagrario como toda respuesta? Al creyente se le pide razón de su fe, a quien se declara ateo se le concede por supuesto que tiene la razón aunque no exponga ninguna, así pues uno debe pensar y el otro negar simplemente.

Entre rabia e impotencia maldigo a los pederastas y a todos los abusadores de inocencias, prepotentes y malnacidos; maldigo también a quienes justifican su maldad y necedad en las mezquindades de los demás, cobardes y violentos, igualmente canallas.

La Iglesia es anciana, ella ha sido la que en el ejercicio de casta ha trasmitido santidad en el esfuerzo de los santos y la sangre la de los mártires. Como anciana y sabia también reconoce su pecado y por eso se sabe y se entiende a ella misma como casta meretrix

Bueno, esperemos un poco más, tal vez algún día el laicismo beligerante, ahora tan en boga llegue también a un punto de sabiduría que le permita reconocer sus propios males y errores. En el mientras tanto y por favor, no renunciemos a la democracia, a pesar de toda forma de corrupción es el mejor sistema. Propongo igualmente no apostatar, a pesar de su pecado la Iglesia es, ha sido y será la trasmisora del mensaje más divinizador del hombre, mas humanizador de Dios.