Mi genial amiga Carmen Naranjo me está sofriendo los higadillos con envíos sobre el movimiento del 15 M. Conociendo su entusiasmo en causas nobles no me extraña, ella es sin duda una de las personas más bondadosas que conozco aunque en justicia también se la puede tildar de algo pardilla. Ella dice que de esa candidez “se está curando” yo creo que en verdad no se cura lo cual concede a su comentada bondad una inocencia añadida que la hace aún más encantadora. ¡Que suerte tenemos quienes te conocemos Carmen!

Bueno, a lo que íbamos. Día sí día también me envía reflexiones sobre el 15 M como cosa positiva y a mí se me han empezado a encender las alarmas más profundas, esas alarmas que no sabes muy bien porqué suenan pero te importunan con su pitido. Me recuerdan, esos pitos, a los coches actuales que a la que te despistas pitan y tienes que ir al taller tan solo para que evalúen si el pitido es importante o baladí.

En principio, a pocos días de las elecciones, el rollito del 15 M no me pareció ni bien ni mal, sinceramente pensé que la gente tiene razón en sus cabréos, y que una forma gráfica de mostrar su enfado a los inútiles que nos han gobernado y a los pretendientes, bien podía valer esas manifestaciones. Ahí no se me encendió ninguna alarma, no le di más importancia y archivé el tema.

La preocupación real es la que me está surgiendo ahora, sobretodo cuando veo que los mensajes para solidarizarme con ese movimiento aparecen una y otra vez en mi pantalla y José Luís Sampedro dice cosas con las que para nada estoy de acuerdo. Bueno, será tal vez hora de tomar partido y, sin acritud, dejar clara mi postura. Eso si es que consigo posicionarme y aclararme, con mis kilos y mis dudas no es tarea fácil.

  1. Me preocupa mucho la indefinición de ese movimiento, y cuando intento informarme y leo que se autodenominan personas normales ya veo que no voy a entender nada. Si lo que van a explicarme es lo mismo que como persona normal pienso, no necesito explicación. Y por contra, si la necesito es que la cosa no es tan normal o… ¿tal vez me la quieren explicar porque no me consideran normal? ¡uy uy!
  1. Aparece este movimiento como apolítico y arreligioso, no tienen líderes, no hay más que un programa de mínimos y el carácter asambleario parece impregnarlo todo… Caramba, ahora si que no lo entiendo: ¿apolíticos pero haciendo política? ¿sin líderes claros pero autoliderándose? ¿asamblearios de somos los que somos porque los demás no nos comprenden?
  1. La crítica hacia los políticos aparece hecha, desde ese movimiento, con contundencia, y al alimón mezclan: banca, poderes, políticos… hombre, me parece mucha mezcla y aunque en verdad esto ha sido un desastre gestionado pésimamente no logro imaginarme dirigentes sin dirección, dinero sin valor ni poder sin política… bueno, rectifico, sí que me lo imagino pero me da un miedo tremendo porque esa formulación está en el origen de los “Neos” y los “ismos” más peligrosos.
  1. Se habla por tanto de algo nuevo como una nueva imaginación al poder y es en ese punto donde me entra una fatiga y un yuyu bestial. Lo nuevo es solo eso, que sea o no bueno no está en relación directa a la novedad. El nacional socialismo de Hitler fue novedoso en su momento, de eso a ser bueno media un abismo. Una neoplasia puede ser un cáncer… vamos, que nuevo y bueno no es lo mismo y esto, nuevo es, bueno veremos.
  1. Se habla de reducir hasta casi su desaparición la función política, y a mí la pregunta me sale sola: ¿y en manos de quien queda? Bueno, ellos dicen que no es necesaria, y me vuelve a entrar el canguelo porque precisamente esa afirmación sobre la inutilidad política estuvo en España 40 años en boga, con poquísimos políticos, en general honrados y capaces aunque sobradamente convencidos en su idealismo… y la cosa no nos gustó. ¿Se pretende volver a esos caminos? ¿te suena eso de: no te metas en política?
  1. Otra preocupante: José Luís Sampedro expone la necesidad de un pensamiento crítico individual… muy mal según mi parecer porque es precisamente la individualidad de pensamiento la que nos ha traído hasta aquí. Tal vez debiera hablar de pensamiento crítico colectivo o común, en ese punto sí que me encontraría en sintonía con él, ¿de verdad hemos de seguir fomentando pensamientos individuales?
  1. No entiendo como los indignados surgen ahora como de la nada, como si llegaran desde Marte o hubieran sido engendrados por una sociedad purísima, inocente y virginal… No indignados míos, sois fruto de padres que han sostenido este sistema del cual abomináis, o sea que tal vez las acampadas estarían muy bien en la puerta de vuestra casa. Por cierto, el rollo de meterse en hipotecas impagables responde sobretodo a la ambición de muchas individualidades, si los bancos han sido malos, bastantes de los que se han hipotecado han sido ambiciosos-imbéciles ¿o acaso solo los bancos lo han hecho mal?
  1. El precio desorbitado de la vivienda ¿se debe solo a los bancos? ¿tiene algo que ver en ello el querer especular todo quisqui con segundas y terceras residencias?
  1. Otra: ¿son los políticos los que generan un tipo concreto de sociedad? ¿no será al revés? Lo es. Es la sociedad la que genera el perfil de los políticos, si la sociedad es sabia genera políticos sabios, si prudente prudentes, y si necia y ambiciosa… pues eso.

Bueno, como ves las preguntas se suceden a un ritmo trepidante y tengo muy poquitas respuestas, las declaraciones de mínimos del movimiento tienen eso, que son tan mínimas que no conforman a nadie, me aclaran poco.

Lo del carácter asambleario es otra que me pone de los nervios porque evoca la anarquía. No, no te enfades, anarquía significa etimológicamente sin principio (an arje) y esos grupos se definen como tales. Mira, en los institutos donde intento hacer algo la mayoría de los chavales son de una mala educación brutal… ¿te los imaginas preguntándose asambleariamente si quieren clase?

  • Veamos compañeros, vamos a votar si hoy tenemos clase o no… o mejor, ¡que coño! Vamos a votar a ver si lo que nos conviene es matar al director de una puta vez, los que estén a favor que levanten la mano.
  • Perdona camarada, pero creo que antes deberíamos votar en asamblea quienes tienen derecho a levantar la mano, lo digo porque aquí hay un maestro agazapado y la señora del bar…
  • Ah no, de eso nada, en la última asamblea ya decidimos que los que han tenido poder no tienen voto, la del bar vale, pero el maestro de ninguna manera… y ¿sabes que te digo? Pues que la del bar tampoco joder, que siempre fue una rácana con el jamón.

Si en realidad de lo que se trata es de cargarnos el sistema, pues oye, conmigo que no cuenten ni de coña, además de ciudadano soy sacerdote católico, apostólico y romano, o sea que no es que crea solo en la democracia, sino que además acepto el primado de Pedro y la infalibilidad papal… ¡como para andar ahora deshaciendo sistemas! Añado, y de ahí el título de este rollo, que hubo un tiempo en el que la depravación del imperio romano acabó con el sistema, la política perdió valor; la palabra fue silenciada por el tumulto de las hordas y la razón de los sabios se desvaneció tras la sombra de pésimos políticos; era el siglo V. El imperio se deshizo como un terrón de azúcar y tan solo se sostuvo en las cañas de un cristianismo legalizado por el decreto de Constantino muy poco antes, y que, pese a quien pese, sirvió para que el caos no fuera aún mayor.

Bueno, la broma del desmantelamiento duró la friolera de mil años en los que hubo alguna luz pero la mayoría fueron sombras y tinieblas, caos y desolación, miseria intelectual, material y humana ¡un desastre!

Con la desaparición del imperio y sus provincias surgieron grupos, grupillos, feudos, señores feudales… más y más miseria que lo mismo aparecía en el derecho de pernada que en el fango de mil batallas entre grupúsculos enfrentados. Los monasterios se convirtieron en fortalezas para preservar las bibliotecas mientras la ignorancia civil y eclesiástica quemaba por brujas a las mujeres sabias de su tiempo. Todo lo que supusiera algún atisbo de inteligencia o sabiduría era puesto bajo la lupa de la sospecha, bajo la mirada desconfiada del necio que en el nuevo orden tenia el poder de acusar, delatar y ajusticiar.

Venga, no quiero ser apocalíptico pero los miedos son libres y lo que veo me da miedo. No me gusta nada el sistema asambleario y sinceramente, estando en el mundo de la docencia, no tengo razones para la fe en él. No me gusta que se ponga en solfa el sistema democrático porque durante años muchísima gente dio su vida por ese ideal. No acepto la crítica indiscriminada a los políticos como no acepto la crítica indiscriminada a los curas, las monjas, los maestros, taxistas o militares. Los hay malos y hay que rechazarlos, pero los hay buenos y es de sentido común que nos sirvan desde su inteligencia.

Si he de hacer una propuesta en medio de este marasmo apelaré a las esencias mismas de Europa, no se trata de “fabricar” nada nuevo como defiende Sampedro, tal vez de lo que se trate sea de todo lo contrario, de recobrar la identidad. En esa identidad indiscutiblemente aparecerá la religión como el mayor aglutinador, como el mayor cimiento sobre el cual edificamos nuestra historia.

Nada en nosotros se entiende sin el hecho religioso: ética, moral, legislación… todo aquello que forma y conforma nuestra sociedad y nuestra cultura está fundamentado en el constitutivo antropológico religioso, concretamente en el Cristianismo desde el siglo III. Tanto si queremos como si no, ha sido la renuncia a esas raíces cristianas la que ha propiciado y propicia la degradación del “sistema”.

Es claro, no se trata de imponer nada, mucho menos en materia religiosa, se trata de releer nuestra historia y descubrir en ella el aglutinador, el motor principal, y no esconderlo más ni ignorarlo de forma sistemática como hacemos ahora muertos de una vergüenza incomprensible.

Se trata de replantear una ética cristiana, recuperar una cultura social en valores cristianos, por cierto mucho más avanzados y radicales, estructurados y solidarios que cualquiera de las indignadas propuestas actuales.

La religión vivida en la intimidad de la casa es una soberbia sandez de reciente acuñación. La religión tiene sentido cuando vertebra el pensamiento social, desde ahí es desde donde llamamos bienaventurados a los pobres y a los débiles, si entendemos eso podemos estructurar sociedades solidarias que sean de verdad alternativa. Guste o no guste la Iglesia es alternativa, por eso molesta tanto a los poderosos.

No quiero enfadarme, sé que estamos en un final de etapa, un final de ciclo. Dejadme soñar que el futuro será mejor pero no me presentéis como positiva esta nueva especie de revolución de las masas, porque todas esas revoluciones, todos estos surgimientos masivos, todos esos fenómenos sociales muestran siempre el horror de las guillotinas, los campos de exterminio o simplemente… la conjura de los necios.

Bueno será el futuro si no supone el triunfo de los neomedievales; bueno será si al movimiento 15-M no se le acaba denominando simplemente: El Movimiento, de eso en España sabemos un rato.