Leo en la prensa que otra parroquia mallorquina, esta vez en el pueblo de Andratx, ha sido objeto de pintadas. Una esvástica y una cruz invertida parecen querer llamar la atención acusándonos de nazis o anticristos, espinoso el tema y preocupante, parece que últimamente andamos en el punto de mira de un laicismo cada vez más beligerante, provocativo, altanero y maleducado… ¿tal vez peligroso? Por ahora no parece pero, al tiempo.

Supongo que la última visita del papa Benedicto XVI ha enfurecido más todavía a esa tropa, a la que ya de por sí tiene poca cintura para con quienes no opinamos como ellos, poca comprensión hacia sus distintos, poca tolerancia con formas de pensar que no sean las suyas. La papal visita les ha enfurecido porque ha triunfado, y ante ese triunfo parecen querer mostrar y demostrar su existencia imponiendo su opinión al estilo actual, es decir, con gritos vocingleros o pintadas chillonas que viene a ser lo mismo.

La televisión me da asco, tanto es así que de hecho hace unos trece años que no la miro, en el convento no tenemos, a ninguno de mis hermanos les llama la atención semejante bobada. Acaso los fines de semana en el bar que frecuento soporto un partido de fútbol que -dicho sea de paso- tampoco me gusta, lo veo sobretodo para tocarle las narices a mi cuñado cuando pierde su equipo, entonces le llamo entonando el réquiem para cabreo cachondo y momento jocoso.

La afirmación sigue ahí, la tele me da asco. No soporto la mala educación, incluso cuando en la vida me he granjeado enemigos -pocos pero muy poderosos en la iglesia mallorquina- siempre he mantenido con ellos la educación necesaria. La tele no, la tele es diferente, ahí aparecen tertulianos excitadísimos, ridículos, cocidos en su propia mala baba.

Cierto, de ellos no me sé ni el nombre, veo cuando lo veo, eso sí, como se vomitan insultos a un ritmo trepidante alcanzando cotas de mala educación insuperables. Contemplo como la descalificación y la mentira, comprada a golpe de talonario por la cadena que los contrata, aparece en forma de mercadería sobre un mostrador público que debería avergonzarnos a todos. Ojo al dato, les pagamos un pastizal para que se insulten en público y al mismo tiempo vamos prohibiendo los toros porque decimos escandalizarnos con la violencia ¡me carcajeo!

Nos estamos acostumbrando a algo muy peligroso: a tolerar por normal la mala educación, nos acostumbramos a pagar para que nos entretengan con lo soez y lo zafio, con lo vergonzante y vomitivo, con la mentira como espectáculo. Repito, peligroso el tema.

Los fines de semana observo que en las revistas que suplementan la prensa aparecen esos mismos personajillos de cara estirada, más dura que un yunque y cráneos más vacíos que un cascabel, montón de maquillaje, su camisita y su canesú, ¡que no falte de nada! En esa prensa de revistero de retrete aparecen esos cabestros berreando, rebuznando sobre todo lo que se les ponga por delante. Por supuesto, lo de menos es que pongan a parir a sus ex amantes; hablaran de todo; opinaran de todo; descalificarán a la Justicia si no les da la razón en la última sandez que les haya acontecido y que, por supuesto, ha sido recogida con fidelidad por una pléyade de periodistas estilo mosca absorbe mierda últimamente abundantísimos.

De esos monstruos sociales, de esa continua exposición de amasijos de vertedero, de esos modos deleznables, de esas vísceras corruptas vive, reconozcámoslo, una gran parte de medios de comunicación, y oye, que a la que te despistas se te meten en casa: revistas, tele, radio, cine, Internet, facebook… todo vale en el arduo ataque al que nos someten, todo se admite en la lenta e inexorable invasión en la que ellos cada vez son más fuertes y nosotros cada vez mostramos menor capacidad de reacción.

Pero hablábamos de la visita papal y de las pintadas en las iglesias, ¿tendrá algo que ver lo uno con lo otro? Pues pienso que sí, da la casualidad que sí tiene que ver. Vayamos despacito.

Para empezar coincidiremos supongo en reconocer la capacidad mediática del papa. Reconozcamos sin enojo igual capacidad a todos esos personajes a los que, con bellísimas lisonjas, he hecho alusión anteriormente, reconozcámoslo porque de hecho es verdad, tanto el uno como los otros tienen esa capacidad de acaparar medios. Hasta los canales más alejados de la iglesia dieron cobertura a la venida del Santo Padre y, por lo que acabo de explicar, incluso las cadenas más “serias” conservan un rincón de programación con cubo apestoso para el vómito de esos imbéciles ¡es la audiencia queridos! Convengamos por tanto en que algo sí tienen que ver, ambos se manifiestan a través de los mass media.

Lo que me tiene muy despistado es la diferencia reaccionaria del laicismo beligerante ante el fenómeno mediático de uno u otros. Actúan pintando fachadas de iglesias, nos ponen a parir como cristianos y sin embargo… ¿Qué dicen sobre esa nueva religión del insulto y la descalificación, de la miasma y pudridero, del fermento y la bilis? ¿Es que nuestros sesudos laicistas no tienen opinión formada sobre ese fenómeno mucho más presente, real y cotidiano que cualquiera de las religiones que conocemos?

Veamos queridos, el papa viene a España de uvas a peras, o sea, cada bastante y en ocasiones cada muchos años. A los imbéciles de la tele los tenemos cada día durante decenios en pantalla. Contra el papa y la Iglesia en general existe una reacción, en teoría surgida de alguna razón que no comparto, pero que ellos, los laicistas, se otorgan. Esa reacción de su razón aparece en lo comentado anteriormente: en el insulto contra la iglesia, en el grito desaforado, en la pintada, en la contra manifestación… sinceramente me admiro.

Me admiro que esa pléyade de pseudos razonadores no pinten la puta esvástica en las puertas de los estudios desde donde se retransmite el vomito suyo de cada día . Me quedo a cuadros al suponer -creo que con cierto fundamento- que el lugar de la estantería que quedo vacío al tirar la Biblia a la basura se ha ido llenando de los suplementos dominicales plagados de tontos del haba que encima cobran un pastón impartiendo doctrina para adolescentes, adultos y mayores que siguen sus mandatos al pie de la letra: Pendientes como soportes para loros; los hocicos a reventar de botox; o la última parida para llevar una vida sexual sana con 80 tacos ¡ya te vale!

Oye, y que los del berreo antipapa calladitos, que contra la religión de los mastica hígados no hay ataque ni reacción, que contra la imbecilidad institucionalizada nos callamos todos, que contra ellos no va nada. Y es que al parecer lo que ahora se lleva es atacar a la Iglesia, bueno, no está mal aunque, seamos sinceros, preferiría que el ataque, si ha de ser, sea algo más inteligente, menos visceral, menos al estilo tertuliano.

Para ser honesto debo confesar que comprendo las críticas al papa aunque no las comparta, puedo entender que ante la moral y la ética cristianas pueda haber una contra exposición de ética y moral laicas. Admito sin problemas el pecado de la Iglesia y me avergüenzo de él, y todo eso es así. Añado todavía, sin atisbo de duda, que prefiero una Iglesia perseguida a una Iglesia persecutora; prefiero el papel de víctima al de verdugo porque lo primero me santifica con la sangre de los mártires y lo segundo me prostituye con una memoria inquisitorial.

Dicho esto dejadme exponer que me joroba un montón que la misma sociedad, los mismos laicistas beligerantes que se tragan a cucharones la mierda que a diario nos ofrecen los pseudoreligiosos de cirugía en el papo y silicona en las tetas, se muestren tan sensibles y tan molestos con la Iglesia, el papa o el Vaticano.

A los que han hecho las pintadas en la parroquia de Andratx les preguntaría seriamente quien ocupa más tiempo en su mundillo. Cierto, respondan lo que respondan seguiré pensando que los de los ojos achinados de tanto estiramiento los están maleando más que el pontífice, les influyen más, les imparten mayor y abundante doctrina, peor sí, pero más abundante, y entonces, porque no se revuelven contra ellos, porque no colocan sobre esos gritones maleducados la lupa de su sensibilidad. La cruz los ofende y sin embargo aceptan que los modelos sociales estén iconizados en conferenciantes de lo chabacano, custodios de lo abominable, representantes de la sinrazón.

No compraré ningún spray, no es mi estilo aunque reconozco sentir el gusanillo de chafarrinar la estampa de esos pelanduscos con el añadido de alguna frase que pueda resultarles tan ofensiva como a mí la cruz invertida o la gamada, simplemente se trataría de escribir algo al estilo de: Pienso, luego existo. Jo, ni te cuento el susto que se llevarían al concluir que definitivamente acaban de descubrir su inexistencia. ¡Me parto!