Nada, lo tengo claro, me fastidia cantidad que Europa ayude a los bancos a reflotarse, me joroba porque esos bancos en gran parte han sido actores imprescindibles para llevar a España a la crisis brutal que padecemos. ¿No eran ellos los que alimentaron el consumo irresponsable? ¿Acaso no propiciaron las hipotecas basura ofreciendo incluso más dinero del que el cliente pedía? ¿No participaron en promociones absurdas de edificación efervescente?… ¡Ay!, me invaden un montón de preguntas y una cefalea de resaca apunta al vómito como único consuelo.

Cada mañana las noticias parecen calcadas del día anterior pero con una dosis extra de sulfúrico, la prima de riesgo nos tiene amargados y la señora Merkel aparece como un ama dominante en una sesión de sado ya agotada en la que el morbo ha dado paso a una incomodidad manifiesta. Aparecemos abatidos, desnortados y sobretodo cada día más pobres y menos creíbles.

A poco que uno se deje llevar le sobrevienen recuerdos de infancia con estufa de petróleo y radio Marconi, con tienda de comestibles minorista, de las de: Francisco, póngame cincuenta gramos de queso, y otros cincuenta de café… Recuerdos de papel de estraza y pobreza que no parecía tan grave porque nos afectaba a todos pero que en realidad, aunque general, conformaba la realidad paupérrima de una España dolorida que, tras una guerra, se lamía las heridas a golpe de himnos, marchas y corridas de toros. Camión de helados solo los domingos, mister Wimpy sonaba a lo lejos con su melodía Greensleeves haciéndonos insalivar suspirando un cucurucho de vainilla.

¿Qué nos ha pasado? la pregunta es simple ¿verdad? Y sin embargo… sin embargo no atinamos a explicar el porqué de este presente que ahora nos asusta, de estos cocos que nos desvelan empujándonos al miedo. ¿Qué nos ha pasado? Una y otra vez, machaconamente, la pregunta persiste y resuena, interroga y acusa, cuestiona y delata.

Los sábados por la mañana íbamos al colegio ¿te acuerdas? Nuestros padres trabajaban incluso en domingo y no por ello dejaban el precepto dominical, se iba a misa a pedir el pan nuestro de cada día y además se curraba un montón. Muchos acudían al pluriempleo robando horas al descanso, minando la salud para sacar la familia adelante.

Con toda esa pobreza los hijos nacían e incluso se decía que venían con un pan bajo el brazo; los abuelos desconocían las Asociaciones de Tercera Edad, ayudaban en lo que podían porque lo importante eran los chiquillos: que no les falte de nada, y en ese deseo toda ayuda era bien recibida. No teníamos ni puñetera idea de lo qué significaba: Ley de paridad, Sociedad del Bienestar, ni Bonanza Económica. Ni se nos ocurría la posibilidad de una moneda única y, en la primera y el UHF se nos recordaba, una y otra vez, que Soberano era cosa de hombres sin igualdad de género posible.

La verdad es que fueron tiempos recios en los que nuestros mayores se emplearon a fondo, tiempos de despedidas en estaciones de tren destino a la frontera para enganchar la vendimia francesa o la aventura Alemana. Tiempos de estaciones marítimas en las que los niños lloraban desconsoladamente viendo como el padre de familia subía la empinada escalerilla sujeta a la amura del barco con destino a América, también él con el corazón destrozado, también llorando hacia adentro. Ignorantes de términos como feminismo o machismo, pero con un amor tan brutal que partía el alma, que no les falte de nada.

Sería la abuela la que cantara las nanas, la madre, si podía, a trabajar fuera de casa; sin tener ni remota idea de emancipación femenina, con ganas solo de regresar y besar a los hijos, ganas de hacer de madre y mandar a la mierda el trabajo, pero claro, no podía porque con la limpieza de escaleras, o el servicio en casa de los Menganitos ayudaba a su hombre que, desde Cuba, le escribía cartas manchadas de sudor.

¿Qué nos pasa hoy? El chiquillo en el colegio se ha burlado de la maestra, desde la dirección del centro han llamado a su madre, la cual, en vez de afear la conducta a su hijo, ha insultado a la docente de forma más grosera que su retoño. En el P.A.C. se ha liado un pollo de cuidado porque el médico se ha negado a firmar la baja a un capullo caradura que lleva viviendo del cuento un montón de meses. Los jueces se ponen a parir entre ellos y los tribunales de justicia se descalifican mutuamente en sus sentencias. Arrecian los ataques a la Corona al mismo ritmo en que crecen los apoyos a la princesa del pueblo; y para colmo de males, con la que está cayendo no hay manera de poner de acuerdo a los partidos mayoritarios para que pacten unos mínimos consensuados ante la crisis. La expresión tierna que no les falte de nada ha dado paso a un egoísta que no me falte de nada … ¡aunque se cruja el misterio!

Estos días Bruce Springsteen ha actuado en Madrid, como siempre un concierto multitudinario de casi cuatro horas. Cuando ya estaba en el meridiano del acto dedicó una canción a un fan mallorquín muerto de cáncer pocos días atrás. Nada extraño teniendo en cuenta la fuerza de las redes sociales. Personalmente me sorprendió muchísimo la dedicatoria, en ella The Boss dijo: “Está en nuestras plegarias” y ala, la basca a aplaudir hasta rabiar… bueno, fue bonito, pero ¿Hizo pensar? ¿Acaso no sorprende que Bruce rece? A mí, acostumbrado a la fauna patria me sorprendió un montón. ¿Y a sus seguidores? ¿Nos plantearemos alguna vez imitar en el rezo a nuestros ídolos? ¿Llegaremos algún día a decir sin complejos que éste o aquel está en nuestras plegarias? Sinceramente en nuestra realidad simplemente ni me lo imagino. Cargados de vergüenza a la hora de definirnos como cristianos no atinamos a decir más que tonterías cuando nos piden si somos o no creyentes. Yo saco mi conclusión: Bruce Springsteen reza. Gracias tío, por lo menos tú lo tienes claro, mejor catequista imposible.

En el instituto un grupillo de estudiantes me asalta para preguntarme si es o no cierto que el próximo curso la religión estará presente en el bachillerato. Contesto afirmativamente pero me cuentan que ellos no creen en nada, que no les interesa. Detrás del grupo aparece un grupo de chicas musulmanas con su pañuelo en la cabeza y los nuestros sonríen maliciosamente tratándolas de invasoras o tontas, y a mí me duele la ignorancia y me dan ganas de decirles que para definir quienes somos nos sobra mala ostia y falta identidad, me muero por gritar que la identidad no nos la dará la cuatribarrada ni la rojigualda si antes no la encontramos en la religión. Al final callo, su sonrisilla me hiere, uno a uno los consabidos comentarios que mayormente son racistas. No saben qué significa Alianza de Civilizaciones ni les importa un guano, a mí, visto el resultado, tampoco. Les hemos puesto ordenadores en las aulas, dicen que son una porquería… nada tío, que no hay manera de dar una en el clavo.

Siguen diciendo que ellos no creen en nada y yo ya me estoy desgañitando por dentro repitiendo una y otra vez que me importa un pito que crean o que dejen de hacerlo, pero que no pueden presentarse orgullosos de su ignorancia, que nadie, en su puñetera vida, les va a aplaudir si no saben quienes fueron: Abraham, Isaac, Jacob, Moisés y toda la retahíla de personajes que conforman el sustrato de nuestra propia forma de ser y pensar. Desvío la mirada, les deseo buen verano y me las piro mientras repito el mantra de nuestros abuelos con una cierta variante: Que no les falte cultura, que no les falte.

Ahora me encuentro con una buena amiga, mi misma edad, otrora atea convencida que no bautizó a su hija y ahora busca convencerla para que se bautice ella. La hija ni caso, ¿acaso es del grupo que considera que las del velo sobran? La madre intenta casar su propia rebeldía trasnochada con la pregunta punzante sobre su forma de actuar, no encuentra respuesta y yo tampoco sé que decirle, en cualquier caso celebra las fiestas religiosas a su manera, o sea en plan bacanal de pásatelo bien chaval y no preguntes nada. La madre es el eslabón roto, ella lo sabe, yo lo se, callamos ambos y cambiamos de tema, no me apetece acusar, no le apetece hacer autocrítica. Silencio y punto. Como ella ¿Cuántos? A saber tío… Además si le digo algo me recordará a algún cura capullo o a alguna monja boba de los que todos tenemos en nuestra historia, eso le bastará para invalidar cualquier argumento, lo dicho, silencio.

Los periódicos no callan: informes Vaticanos apuntan a una trama de espionaje y un obispo Argentino es fotografiado en la playa con una buena amiga o algo más que eso. Para mayor abundancia, la semana pasada, un cura pedófilo, aceptó una pena de dos años con tal de no ingresar en prisión.

En los mentideros clericales se repite una y otra vez que el Obispo Murgui se las pira dejando una Mallorca más descristianizada que la que encontró después del desértico episcopado de Úbeda… ¿podía batirse el record? Pues sí tío, Murgui lo ha superado contra todo pronóstico.

En la prensa local, y en el plazo de siete días, dos curas borrachos la lían parda en las carreteras mallorquinas. Me invade la lástima, lo siento por ellos y lo siento por todos, andamos como ovejas sin pastor, menos mal que no se han cargado a nadie y no se han matado. Pienso también en sus familias ¡bonito panorama!

Cinco nuevos diáconos han sido recientemente ordenados, para Navidad lo serán de sacerdotes, serán “puestos en libertad” y apáñate chaval, cuida de no beber demasiado, mira que la soledad no te mate, porque aquí los jóvenes no quieren creer ni saber; los padres aún no han aprendido a entonar el mea culpa; y los abuelos andan salidos con el baile de fin de semana, una sí y otra también de septiembre a Julio en el Club de Tercera Edad, el que no viene a misa baila que se las pela, venga no te enfades que es malo para la bilirrubina.

En la misa ya sabes que no vas a encontrar a casi nadie, acabarás poniéndote el clergyman como yo mismo, no porque te guste demasiado, sino solo por mantenerte en tu identidad antes de que acaben por quitártela a fuerza de ignorarte. A todas estas siempre hay alguien “misericordioso” que dice que si nos dejan casarnos seremos más… no, ese tampoco tiene ni puta idea de quien fue Isaac, ¡anda y que te den chaval!

Otra más, se inaugura en un santuario mallorquín, regentado por religiosos, un aula interconfesional donde poder encontrar la paz. Se me atraganta el desayuno y pienso que eso sí que es prostitución religiosa. Si en este momento histórico el cristiano busca su tranquilidad interior es que es un pésimo cristiano o directamente un imbécil, si además para hacerlo necesita desidentificarse en aras a una interconfesionalidad del apaciguamiento interior… pues oye, que lo zurzan por gilipollas. Y al religioso que acompaña semejante esperpento desearle que deje ya de marear la perdiz, nos diga si es cristiano o hinduista y empiece a comportarse con coherencia aunque eso suponga comprarse una bata color butano y tocar la pandereta en la Plaza Mayor de Palma Hare Hare Krishna. Por cierto a sus superiores tirón de orejas, ¿esto que es, un convento o una tómbola? Aclárense padres que buena falta les hace.

Total que a los cinco nuevos mis mejores deseos, ya sabéis: no bebáis que os la pegareis con el coche; no vayáis a la playa con amigas que os la pegareis contra el celibato; no andéis con los interconfesionales que os pegareis de morros contra la coherencia y la opción que habéis escogido. A todas estas no fuméis o moriréis de enfisema y sobretodo, no os hagáis ilusiones, si os ordenáis cinco pensad que se jubilan cincuenta, tocareis a diez pueblos por cabecita. Despiece creo que se le llama. Eso sí, en ningún momento se os olvide ser testimonios alegres de los de sonrisilla angélica y frase piadosa. Poca coña tíos, os deseo lo mejor aunque reconozco que lo tenemos todos muy chungo, y yo, con mi mala leche, casi peor.

Dios mío, el verano no ha hecho más que empezar y ya me está sentando fatal, por favor que alguien se lleve el cubo antes de que se salga, necesito vomitar a gusto y… si no es mucha molestia, ¿alguien podría sujetarme la frente?