Desde que el pasado viernes 27 de julio se anunciara la marcha del Obispo Jesús Murgui de Mallorca, no han cesado las opiniones sobre la noticia, opiniones negativas, hacia el prelado y adláteres, en la práctica mayoría. Disertan unos sobre su partida, otros sobre la idiosincrasia propia del colectivo presbiteral de Mallorca. Así han podido leerse opiniones clericales en las que presuntos entrevistados (nunca se citan nombres) apuntan hacia la complejidad del ser cura y mallorquín, como si fuera una rareza total, casi un fenómeno de feria.

En esas entrevistas veladas, en esas afirmaciones hechas con la boca chica del cobarde que dice pero oculta, que contesta pero advierte que su nombre no aparezca, en esas entrevistas digo, nos definimos mallorquines y nos autotildamos raros, y así parece “normal” y, casi justificado, que el Sr. Obispo no se haya entendido con nosotros, ¡vaya por Dios! Lo leo y me da la risa floja, una risa profunda y maliciosa en la que rememoro las pocas entrevistas que he mantenido con el prelado, y repaso lo que la simple memoria me permite.

Es cierto, a que vamos a negarlo, que somos un poco especiales. Tan cierto como que para decir -no- decimos ya veremos y para decir un sí rabioso pronunciamos un por ventura. Sí, todo eso es verdad, como lo es el hecho de formar parte de una cultura isleña con todo lo que eso conlleva, y sin embargo… Ya ves tú, para empezar a mí me da que el raro es el Obispo. Yo admito la posibilidad de mis rarezas, sé que existen; me pregunto con un punto de desazón si él admite las suyas. Tengo serias dudas y, visto lo visto en la prensa, me resulta difícil callarme lo que pienso respecto, no a nuestras peculiaridades, sino a las del Sr. Obispo saliente.

Hará cosa de dos años me citó al palacio, acudí, el tema no era en exceso importante ni tenso y sin embargo en la entrevista estuvo presente una carabina, su tercero, o sea el Vicario Rafael Umbert. Me pareció raro porque cuando yo quiero hablar con alguien lo hago sin escopeta. Mal D. Jesús, cuando alguien acude a hablar con usted lo hace en función de su cargo, o sea, como pastor de la Iglesia que peregrina en Mallorca y, ciertamente, molesta mucho, muchísimo, la presencia de terceros en esas entrevistas. En ese caso, el raro, reconozca que es usted. Me consta que ésta ha sido una práctica habitual en su pontificado. De verdad que es una rareza muy peculiar suya, créamelo, palabrita del Niño Jesús. Por cierto, de haber sabido de la presencia de su tercero seguramente yo no hubiera ido.

Otra muy digna de mención es su renuncia a gobernar la diócesis delegando en su segundo, el ya mítico, y eterno aspirante a mitra, Lluc Riera.

Excelencia, yo ya supongo que, a estas alturas, usted ha asumido que no es obispo auxiliar de Valencia y que, por tanto, a quien correspondía marcar el ritmo, los tiempos y sobretodo el rumbo de la Iglesia en Mallorca no era a otro más que a usted. No lo ha hecho, simplemente se ha inhibido, ha delegado porque, o no ha sabido o no ha querido. Poder podía, bastaba con hacerlo pero se abstuvo y delegó. En este caso también el raro es usted. No sé si es posible anunciar el Evangelio desde posturas tan prudentes como la suya. El Mal siempre es osado y agresivo, no sé si con tanta prudencia imponemos algún respeto, más creo que damos risa. A su llegada esperábamos a un Obispo, no a un delegado del Vicario General, esa es una rareza muy suya, muy peculiar. Parece usted un subordinado de sus subordinados… O res mirabilis! Estuvo bién que durante su pontificado auxiliar en Valencia derivara toda responsabilidad hacia su superior, pero caramba, que aquí el superior era usted.

Llama poderosamente la atención el espaldarazo continuado a la iglesia ciudadana y la sordera manifiesta que exhibe ante la iglesia de los pueblos. Un sacerdote sano de la ruralía mallorquina lleva… ¿Cuántos pueblos Sr. Obispo? En cambio las Parroquias de Palma sí que aparecen bien vestiditas, con su camisita y su canesú, rector y vicarios ¡que no falte de ná! También en eso es usted un poquito extraño. No se si se ha dado cuenta que una inmensa multitud de los habitantes de Palma pasan los fines de semana en los pueblos. Aquí no vamos a tomar horchata con fartons al centro de Palma porque la Virgen de la Salud no es la Cheperueta ni la cultura urbana Valenciana es extrapolable. Aquí la basca se va al pueblo y la ciudad queda desierta de población endémica y llena de guiris que no van a misa. Lo que en Valencia tenía sentido aquí simplemente no, ¿no lo ha notado? Será que sale usted poco, vaya, otra rareza. ¿La llamamos singularidad?

Lo de su miedo a la prensa… oiga ¡de libro! ¿Acaso piensa que su opinión debe ser solo expresada en homilías? Sr. Obispo hay una gran mayoría de gente que no va a misa, son cristianos aletargados que hace años que no pisan los templos, son mayoría abrumadora, son multitud. Esa misma gente lee la prensa, miran la tele, ojean revistas. Lo normal hubiera sido prodigarse un poquito en los medios para llegar a esa mayoría adormilada que tal vez necesita la voz del pastor para recuperar el ánimo. Yo no pretendo que su timidez mude de la noche a la mañana, pero caramba, ha tenido usted ocho años para remediarlo. En fin, la cosa hace pensar que si no ha mejorado usted en ese tiempo ya no lo hará, ni en Orihuela ni en Hong Kong. Nadie pretende que sea usted el más parlanchín, pero fastidia, y mucho, que sea el más mudo del grupo. Como llamaremos a eso… ¿peculiaridad, rareza?, pues venga, así quede.

Además de otras muchas originalidades, que voy desgranando, destaca en Su Excelencia una memoria prodigiosa. Buena cosa. Lástima que muchísimas veces la haya usado para sentenciar a sus sacerdotes no afines. Los que no nos sentimos cómodos con usted sabemos perfectamente que esa opinión sobre nosotros será inmutable, invariable en el tiempo. Han pasado ocho años pero sus amigos y enemigos formamos grupos estancos. No se como llamar a eso, rencor suena feo y es exagerado, no se. Un pelín de amnesia selectiva hubiera sido muy deseable y eso vale también para los amigos.

Sr. Obispo si uno mira la realidad con los ojos de otro seguro que no atina. Por lo menos, de tanto en tanto, revise sus relaciones personales. Ha mirado usted con los ojos ajenos de sus Vicarios, ahora las tortas se las pegan a ellos y a usted, no se sorprenda, es lo normal en estos casos pero no se preocupe, aunque raros, a nosotros sí se nos pasan pronto los enfados.

Y es que vino usted tras el pontificado del poderoso y casi eterno Úbeda, no crea, con él sufrí muchísimo más que en estos últimos ocho años suyos, no seré yo quien se lo alabe, tranquilo por ahí que sé que también eso lo pone de los nervios -que cosas-.

La cuestión es que a su llegada esperábamos un cambio, yo confieso que con ilusión que solo duró hasta su dejación de funciones en el tandem Riera-Umbert que han venido funcionando como poli bueno y poli malo de un sheriff inexistente. La consecuencia ha sido que el episcopado de Úbeda ha sido prolongado innecesariamente por V.E. en ese omnipotente y tragicómico dúo ya poderoso otrora. Oiga, que el Obispo es Usted, que la responsabilidad es suya, que lo de tirar balones fuera es feo, sobretodo en alguien con su cargo. ¿Llamamos a eso rareza, peculiaridad, originalidad, extrañeza?, se me han acabado los adjetivos. Llevamos un montón de singularidades suyas ¿no le parece?

Una última Sr. Obispo. Usted ha dado a entender por activa y pasiva que no nos entiende. Hombre la pregunta surge sola ¿lo ha intentado? Es que, mire D. Jesús, la diócesis, como ya he comentado no la ha dirigido usted sino Lluc Riera. Mala cosa porque a todas luces su pontificado no pasará como el más afortunado de la historia de Mallorca y, sin embargo, no puede atribuírsele todo el fracaso. Usted fracasó, ciertamente, cuando se inhibió en sus funciones, pero el verdadero fracaso es de quien de verdad ha gobernado, un fiasco total del Vicario Riera.

Por favor no diga que no nos entiende, diga mejor que nosotros no podemos entenderle porque no sabemos quien gobierna esta diócesis. Diga alto y claro que ni usted lo sabe, díganos la verdad: que es un obispo con vocación de párroco y, por favor, no sufra porque eso sí lo entenderemos, tuvimos al obispo Rafael Álvarez Lara con vocación de Cartujo hasta el fin de sus días. Fue tan honesto que sufrió horrores pero dejó buen recuerdo porque asumió su cruz, no la derivó en segundos que pueden quedar, tras el desastre, como juguetes rotos por su episcopal inoperancia. También ellos, al final, van a ser víctimas.

En fin Sr. Obispo, que le deseo un montón de suerte en su nuevo destino. Aquí, ya ve, nos quedamos los pocos que ya estábamos menos los que se han muerto en estos ocho años. Nos quedamos tan rarillos o tan normales como usted nos encontró, no hemos cambiado ni un pelo porque tampoco usted ha hecho nada por conseguirlo, claro que… lo lógico era que, al llegar a esta tierra, y sobretodo, después de decir en su primera celebración que la Diócesis tomaba posesión de usted, el que intentara cambiar fuera… Su Excelencia Reverendísima. ¡Que penita!