Así, con estas palabras se inicia, en la Santa Misa, la parte llamada memorial. Claro querido, eso si lo dices en latín; si por el contrario eliges el castellano dirás “Santo eres en verdad Señor…” y en catalán “Sou realment Sant Senyor…”. Como ves hay para elegir, cada lengua lo dice de una u otra manera, distintas ellas en cuanto a fonética, el contenido coincidente en lo esencial.
Hace algunos años me decanté por decir el memorial en latín, e igualmente he ido implantando progresivamente todos los cantos de la Misa en esa lengua, pues el canto gregoriano tiene piezas bien sencillas, bellísimas y con la ventaja añadida de no pasar de moda. Superada la prueba de siglos, pueden ser cantadas sin temor al ridículo al que tantas veces nos impulsan los cantos habituales.
Efectivamente querido, digo cantos habituales y de ningún modo cantos modernos, ¿razón? Bueno, pues porque hasta donde sé, los cantos habituales del Cantoral Litúrgico Nacional, o los de grupos como Kairoi tienen por lo menos treinta años y, para colmo, después de esos adefesios musicales no ha habido más producción o ha sido esta tan escasa que podemos considerarla insignificante. Reza el refranero que No hay mal que cien años dure. Efectivamente, ni mal que dure cien años, ni actual moda musical que dure treinta cuarenta o cincuenta. Si cantamos lo de la Espiga dorada por el sol, el Pescador que te mira a los ojos hasta dejarte bizco, o las cancioncillas del p. Martorell debemos hacerlo con la conciencia absolutamente clara de estar entonando unas musiquillas que estuvieron de moda hace más o menos cincuenta, cuarenta, treinta años en el mejor de los casos, y por tanto, pasadillas y con tufillo a rancio. Llamar a eso música moderna es de gilipollas y esperar que les guste a los jóvenes es ya síntoma de absoluta imbecilidad.
Podrás argumentar, parece que te estoy viendo, que el canto gregoriano está todavía más pasado, pues ante ese canto no hablamos de décadas, sino de siglos. Si nos fijamos en la edad tienes razón, sin embargo, poniendo la lupa sobre la calidad resulta que no tienes ninguna. Si te parece podemos poner un símil que nos ilumine a la par que entretenga: ¿Recuerdas los muebles de formica? estuvieron de moda cuando lo cutre entró en la Iglesia, cutre la Misa cutres los muebles, ¿de acuerdo hasta ahí? No, no te preocupes, si discrepas no pasa nada, yo a lo mío y sigo con el ejemplo. En muchos casos los muebles de formica, tan brillantes y barnizados ellos, tan rellenos de novopán, sustituyeron muebles de madera de la buena, con marquetería o incrustaciones. Más de una cómoda de la abuela fue a caer en manos de anticuarios, casi con desprecio, para ser sustituidos por un aparador con olor a disolvente acrílico.
Bien, pasados cuarenta años ¿qué queda de aquello?, te lo digo, querido, quedan las cenizas de la formica porque los hemos quemado, y para colmo hemos vuelto a comprar la cómoda de la abuela que en ese tiempo ha quintuplicado su valor, resulta que con una buena restauración reconocemos al fin su belleza. Pues nada hijo, que no me enrollo, que lo mismo que pasó con los muebles pasa con la música sacra. ¿Alguna diferencia? Bueno, pongamos que sí. Los muebles de formica ya han sido retirados o sólo perviven en casas de ancianos, la música cutre todavía respira, con asma, claro, pero ahí está… y ya ves tú, no pido que la quemen ni nada, sólo que dejen de cantarla, coñes.
Mis enemigos, que son todos gente maja y con mucho salero, andan encabronados con mi manía de remachar el latín. Parece que se escandalizan, y cual novicias espantadas me ponen a parir a la mínima ¡una misericordia!, ¡una compresión del Evangelio! ¡Una cosa!… en fin, que llenitos de fervor tanto les da por ir a acusarme al obispo, que ponerme a caer de un burro en los piadosos corrillos. Si es que son la repera, todo buena gente, muy de iglesia y tal, y tan santos… jejeje. Los quiero un montón porque sin ellos no me divertiría ni la mitad de lo que lo hago, me lo paso pipa, ¡gracias queridos! Y que el Señor os conserve la mala leche para que no perdáis ni un ápice de aquello que mejor os identifica.
Oye, y ahora que estamos solos y tocamos el tema te confieso que yo de latín no tengo ni repajolera. Te preguntarás entonces si sé lo que digo cuando rezo en latín. Te respondo gustoso que sí, sin ninguna duda, al saberme las oraciones en vernácula sé perfectamente lo que rezo, lo que celebro, lo que pronuncio. De cualquier modo reconozco, y siempre lo he hecho, que lamento la inmensa carencia que me supone mi ignorancia. Cuando la cosa no aparece en internet necesito consultar a amigos latinistas, gracias Gemma Pascual, Josefina Casañas, D. Pep Sastre, gracias de corazón. Pescozón gordísimo a mi seminario, cierto que entonces me alegré del nulo nivel exigido, sin embargo, visto lo visto, aquello fue un despropósito.
No querido, no creas que utilice el latín sólo de cara a la galería, de ningún modo. Cuando rezo el rosario, y lo hago a diario yo solito, también lo hago en latín. Me siento unido a la Iglesia Universal, siento la “magia” de dos milenios en cada palabra que pronuncio, siento la tradición que, lejos de ser una tontería, vendría a ser algo así como la cómoda restaurada después de la fiebre de la formica. Definitivamente reconozco que se trata de una lengua eufónica, que suena bien, vaya. Y encima constituye la esencia lingüística de la Iglesia y de Europa ¡casi nada, tío! ¿Imaginas tú la cantidad de conocimiento trasmitido en esa lengua? Lo dicho, una pasada.
Volviendo al seminario que sufrí, recuerdo unos libros de filosofía del lenguaje traducidos del alemán al castellano… ¡de pena! no se entendía nada de nada, traducciones pésimas y conceptos complicados. Mucho mejor hubiera sido el conocimiento del latín que nos hubiera abierto las puertas a mundos de sapiencia hoy ignorados por casi todos los de mi generación. Ahora resulta que si quieres estudiar filosofía como Dios manda debes dominar varias lenguas, tantas como filósofos aparecen en la palestra… Dios mío, hemos perdido muchísimo.
En esta especie de cruzada contra el disparate, ando metido en imprimir unos trípticos con los cantos de la Misa, claro leche, en latín, ¡faltaría más! Además de los propios añado los más comunes: Salve Regina, Pange Lingua… introduzco además el himno Adoro te Devote, ¿lo conoces? La letra es de santo Tomàs de Aquino, quizás la música también, vete a saber. Realmente de una belleza insuperable que resplandece por ella misma, sin instrumentos, percusión ni nada, sólo una pequeña base de órgano o armonio si lo hay, nada más y ¡nada menos!, armonía Divina, inmersión en la belleza, oración pura.
A mis queridos detractores, que nunca alabaré lo suficiente, se unen ocasionalmente personajillos secundarios, y esos no me resultan tan divertidos como los enemigos verdaderos porque no tienen ni la mitad de gracia. Estos segundos son generalmente gente buena, no hablan con inquina, no exponen con rabia, no insultan a la espalda ni me acusan ante el obispo… lo dicho, ni la mitad de divertidos, ¡No compares, tío, no hay color! Los primeros tienen salero a montones, clorhídrico a rabiar y la neurona descompuesta, son mis favoritos, si les haces la contra se les hincha la yugular y se encienden a punto de infartar, si pretendes argumentar les chorrea la bilis por el colmillo, si metes la pata en algo babean de gusto… lo dicho, me crujo con ellos porque son insuperables. Realmente soy la envidia de mis amigos por la calidad de mis enemigos. Nada tíos, a quien Dios se la da, san Pedro se la bendice. Que podáis acompañarme muchos años para inspiración de mis escritos, sois impagables.
Hace unos días, en pleno supermercado y ante el mostrador de la carne, que mira que es un lugar poco oportuno para disquisiciones teológicas, un conocido y vecino, (léase personajillo secundario, o sea, buen tío) me inquirió sobre la razón por la que lit. yo decía la misa en latín. Me jorobó porque andaba yo relamiéndome, pensando en el cocido que iba a preparar, y no esperaba la andanada ante ristras de morcillas, chorizos y demás chacinas. Le respondí que de eso nada, monada, que la parte que digo en latín es solamente la del memorial, es decir aquella parte en la que se hace memoria de la última cena y que, lógicamente, contiene la consagración… ¡Ey! Que veo que pones caras raras, lo entiendo, si no vas a Misa no tienes ni puta idea de lo que es la última cena, ni el memorial, ni la consagración, si es así no te preocupes, a eso se le llama falta de cultura y se cura estudiando o yendo a Misa, nada grave querido. El analfabetismo religioso es el hijo predilecto de la vanguardia pseudo-progre.
El interfecto se me quedó mirando sin saber muy bien qué cara poner. La verdad, pienso que me leyó el pensamiento que en esos momentos se crujía por responderle algo así como: Y a ti, qué coño te importa. No, no lo hice aunque se lo merecía. No entiendo la razón por la que me interpelan sujetos que hace décadas que no pisan la Iglesia. Al final, como es buen tío me dio penita, le respondí que para sentirme un poco menos localista y un pelín más universal. Que va, no entendió nada de nada. Y en realidad la respuesta buena, no era ni la grosera que me guardé ni tampoco la que le di, quizá la real, la única debería haber sido: Querido, efectivamente digo parte de la Misa en latín, y como eres octogenario y dejaste de ir a la Iglesia después de la fiebre de los años setenta, la digo así, simplemente, por ver si vuelves.
Eso, ahora cuéntame tú el cuento aquel en el que la Misa en latín supone ir hacia atrás, yo me crujiré de la risa pensando que hacia atrás vamos desde el mismo momento en que nos empeñamos en explicar el Misterio y hacerlo comprensible por vía de razón. Hacia atrás vamos cuando abandonamos conceptos y experiencias trascendentes y no los suplimos con nada, ofreciendo el vacío como toda opción. Hacia atrás hemos ido y seguimos yendo cuando cada curilla se ha creído doctor en teología y se dedica a inventarse desde las oraciones del misal pasando por banalizar los ornamentos y afectando incluso la liturgia que nos ha quedado fea y pelma. Hacia atrás vamos desde que se empezaron a vaciar las iglesias porque lo cutre no atrae a nadie. Andamos como cangrejillos cuando nos dedicamos a perseguir las modas del mundo olvidando que nuestra obligación no es la de mundanizarnos, sino la de ser alternativa santificadora de la historia que nos ha tocado vivir… Eso, querido, eso sí es ir para atrás, lo del latín comparado con eso es pura anécdota.
Total, que ¿sabes qué te digo?, pues que seguiré intentando dignificar al máximo la liturgia, rezaré por mí y por los que no rezan, aguantaré las mofas de los bobos, o las reconvenciones de los necios. Llevaré una vida acorde a mi opción sacerdotal, verdadero regalo de Dios, y… finalmente querido, cuando me pisen el callo, prometo responder escribiendo con humor y haciendo chiste, eso sí querido, lo prometo, como no conozco el latín lo suficiente, lo escribiré todo en vernácula. ¿Estás contento? Pues hala, que te zurzan majete.
Lastimica oyes, con el gustazo que pasaría yo de saberme cuatro recios exabruptos en la lengua de Virgilio… en fin, ya miraré qué pillo por ahí, tal vez en los grafitos pompeyanos pueda inspirarme, no sé. La cosa es que los que estudian lenguas se suelen aprender los tacos con facilidad… vale, ya buscaré a alguien que me los enseñe. ¡Qué déficit llevamos!