Eco-cuaresma a la carta
Pues eso es lo que he sentido al recibir unas fichas cuaresmales que para mi sorpresa hablan de ecología, obvian cualquier simbología religiosa, y están auspiciadas y promovidas por la recientemente creada Delegación de Ecología de la Diócesis de Mallorca, olé ahí, con un par.
O sea, que yo me vaya aclarando porque ando liadillo y un punto perdido, ahora resulta que lo del Vía Crucis, ayunos, abstinencias, confesiones, y celebraciones de la Eucaristía, que debieran intensificarse en este tiempo de purificación y preparación para la Pascua, se ha visto sustituido por unas fichas que más parecen editadas por la Consellería de Educació, destinadas a colegios e institutos, que a algo que recuerde, ni siquiera vagamente a la Iglesia. Mal vamos.
Y es que claro con los años gano experiencia y mala leche, de la que, por cierto, siempre he ido sobrado. Sinceramente no me imagino ni borracho predicando a mi feligresía sobre pilas, papel, reciclaje, comercio justo y otras zarandajas que provocarían primero la estupefacción y, posteriormente la risa, en un auditorio que se mantiene devoto a pesar de chorradas como la que nos ocupa. Cosa milagrosa, por cierto.
Hombre, que el Obispado de Mallorca, máxima representación de la Iglesia Católica en esta diócesis, admita pulpo como animal de compañía, me parece una majadería claramente evitable y del todo prescindible. Y vale que es cierto todo, a qué negarlo: lo del calentamiento global, lo de la urgencia o emergencia climática, y el frágil equilibrio del globo tal y como lo conocemos. Y siendo verdad, que ya digo que lo es, la pregunta me surge sola: si de eso ya se ocupan todos, y con todos quiero decir todos ¿a qué viene que dediquemos una cuaresma a la ecología? ¿Acaso en nuestra bendita inocencia pensamos en un qui pro quo? ¿creemos en serio, que por el hecho de hacer nosotros de docentes cutres en ecología, se predicará el sentido cuaresmal en aulas de educación infantil, primaria y secundaria? No me hagan reír.
Si desde los ámbitos señalados -y añadiendo a los mismos el mundo político, asociaciones de todo pelaje y condición, grupos afines o simpatizantes- ya están trabajando en ello, tal vez deberíamos plantearnos hacer lo que ellos no hacen, y ¿sabes querido que es lo que falta por hacer?, pues falta hablar del cielo, hablar de santidad, predicar la conversión, y celebrar la fe, eso sí es propio de los cristianos, lo otro, por lo que llevamos visto, es general y está de moda, o sea, en ese tema no somos necesarios y punto.
Cuando perdemos el oremus y nos dedicamos a tareas que no nos son propias, dejamos desatendido lo que sí nos pertenece, esa desatención supone el abandono de muchos fieles porque para escuchar lo mismo que les dicen en los clubs sociales de la tercera edad o los de esplai en la juventud, no van a venir. No vivirán la cuaresma porque la habremos desvirtuado y diluido de tal modo que resultará irreconocible. Si seguimos en esa dinámica de tontuna e idiocia, la Pascua podrá ser presentada como la gran eclosión del sapillo de Tramontana, en Mallorca llamado ferreret. No queridos, no todo vale, y mezclar las churras con las merinas no suele dar buen resultado lanar, añado que mezclar ecología y cuaresma tampoco.
Realmente ¿alguien puede pensar que los buscadores de Dios se sentirán alimentados espiritualmente con las fichas editadas por el Obispado de Mallorca? Si alguien lo piensa deberé tildarlo de iluso, esto es como buscar fruta en una ferretería, o sardinas entre el rastrojo. Venga no nos enfademos, pero recobremos la seriedad en lo que es serio, y dejemos de banalizar un tiempo fuerte del año litúrgico convirtiéndolo en un sucedáneo.
Estos días se está hablando mucho sobre eutanasia, el tema es preocupante y afecta los fundamente éticos y morales de nuestra sociedad, sobre todo porque la exposición de tema tan sensible se pregona desde tribunas políticas. Uno adivina intereses, de partidos o de estados, en eliminar todo aquello que suponga una carga y, sobre todo, un coste para la sociedad. Ahí sí la Iglesia debería entrar en el debate. Es precisamente la Iglesia quien defiende la vida desde su concepción hasta la muerte natural. ¿Decimos algo sobre eso? No esperes respuesta, aquí de ese tema no hablamos, y no lo hacemos porque estamos acobardados y acomplejados. No nos vemos enfrentándonos a los poderes del mundo y callamos como cobardes haciéndonos cómplices de la tropelía. Realmente el pecado de omisión es muy grave en casos como el que nos ocupa o debiera ocuparnos.
Sobre las tasas de abortos, realmente escandalosas, también callamos, e incluso obligamos a callar a los pocos sacerdotes que se atreven a tocar el tema, ¿verdad que sí? ¡Que valientes somos con los débiles!
Tenemos prostitución en menores tutelados por el gobierno ¿callamos también ante eso? Mira que ahí tenemos un filón. Nuestras llagas y vergüenzas las conforman muchas cosas, entre ellas los sacerdotes y religiosos corruptores de menores, los castigos y cautelas que adopta la Iglesia con semejantes monstruos son ejemplarizantes hasta el punto de cargarse la presunción de inocencia mutándola por la presunción de culpabilidad.
Y sin embargo ahora, cuando descubrimos que la sociedad civil y sus poderes públicos, resultan incapaces de tutelar a menores, simplemente callamos. Atentos queridos, es un silencio hiriente, tanto si el corruptor es un sacerdote, como si es un ineficaz político, las víctimas son menores, y ante eso deberíamos clamar en defensa del débil, pero hemos elegido el silencio porque nos resulta más cómodo no indisponernos. No hombre, si ahora es el momento de defender también a esos pequeños, y si no se hace desde otras instancias estará muy bien que se haga desde la Iglesia, tal vez así mostremos coherencia y deseo de justicia defendiendo a todas las víctimas, no sólo a las que nosotros causamos. Recordemos siempre estos versículos del evangelista Mateo: “A cualquiera que haga caer en pecado a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría ser arrojado al fondo del mar con una piedra de molino atada al cuello”.
Pues oye, a mí los temas de la Eutanasia, aborto o la corrupción de menores me provocan una reflexión en la que puedo ver la necesidad de conversión, descubrir a Cristo sufriente e intentar virar hacia la santidad. Podré hablar de muerte -de personas o de inocencias- y podré ansiar la resurrección del domingo pascual.
No, definitivamente metiendo con calzador la ecología en la cuaresma nos hemos pasado siete pueblos. Vale que doctores tiene la Iglesia, aunque a mí, y lo digo con dolor, alguno se me antoja más curandero que doctor, pero vale. En cualquier caso, y ante la propuesta del Obispado, seguiré con el ejercicio del Via Crucis cada viernes cuaresmal. Seguiré apoyando la penitencia y predicaré la necesidad de conversión. Seguiré celebrando la Eucaristía, sacrificio y memorial de la pasión, muerte y resurrección del Señor, y oye, que cada cual elija, el que busque a Cristo que venga, y el que persiga a Bambi que se pida las fichas. No, si la cosa tiene su aquel, ya me imagino la ecológica imposición de ceniza con una fórmula parecía a esta: Recuerda que eres materia orgánica biodegradable, y en materia orgánica biodegradable te convertirás. Y aún, después de impuesta la ceniza, el celebrante añadirá al oído del feligrés: o sea, querido hijo, que la prótesis de la cadera no te la pongas de plástico, no sea que contamine y la jodamos. Y el fiel, con el corazón contrito ante la advertencia, mirará fijamente a los ojos del sacerdote y pronunciará la contundente sentencia: padre, vaya usted a hacer puñetas.